- ¡Señor!.
El anciano se dio la vuelta y vio al mocoso sonriéndole y tendiendo la mano.
- Se le ha caído esta moneda.
La sonrisa del muchacho se hizo más acusada cuando vio como el abuelo recogía la moneda que le tendía. Orgulloso el chico se marchó.
- Gracias majo.
El hombre tenía el puño cerrado. Sujetaba la moneda con fuerza. Sin mirarla se la metió en el bolsillo y continuo su camino.
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